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POR JOSÉ LUIS OLAIZOLA.
¿" a quién puedo rezarle para que me guarde a mí también"?
El
cronista se asoma a la vida de una reina de Castilla de quien dicen que
de tal sólo tuvo el nombre, pues habiendo perdido el juicio por culpa
de un mal de amores, ciñó corona pero no gobernó como reina; el cronista
se asoma con prudencia, pero no por eso menos dispuesto a huegar en los
entresijos de una locura que, por afectar a personaje tan principal,
había de tener sonadas consecuencias para toda la cristiandad.
El
pueblo llano la tituló "doña juana la loca de amor" y en eso no
acertó el saber popular, pues siendo cierto que hay locuras de amor,
éstas suelen ser gozosas ya que, aun penando, disfruta quien pierde el
seso con tal motivo. Por contra, doña Juana fue en extremo desgraciada
en este mundo, que para ella resultó valle de lágrimas amarguísimas, ya
que le tocó apurar el cáliz hasta las heces.
Por estirpe y por las prendas
naturales con que Dios la dotó al nacer, estaba llamada a ser la más
dichosa de las criaturas ; hija de los Reyes Católicos, fue educada con
tal esmero que no sin justicia se dijo que era la princesa más instruida
del renacimiento. Se daba especial gracia para las artes musicales, y
guardando el decoro que exigía la corte castellana, desde muy niña
llamaba la atención por su encanto tanto en tañer el laúd, como en
trenzar pasos de baile. De humanidades andaba sobrada, pues su madre se
había cuidado de traer de Italia los mejores maestros, de manera que se
expresaba en latín mejor que muchos canónigos. Pero por encima de todo
destacaba por su hermosura, que apenas podía disimular la severidad en
el vestir que impuso la reina Isabel.
Doña Juana La Loca; La Loca Bella
A los dieciséis años, siendo todvía doncella,